Un mundo en las veredas



Separar por un instante el mundo que provienen de la calle y concentrarse solamente, como poniendo una pared, un muro de unos cinco metros de altura imaginario; en las veredas, las imágenes y sonidos que nos regalan nuestros socios.
Sin bocinas, sin frenadas e insultos porque me quisiste pasar por donde no corresponde, sin baches de asfalto, baches, si, pero de baldosas que faltan; sin olor a caucho quemado, ni gases, ni humo; humo, si, pero de parrilla, con olorcito a carne asada, el churrasco del medio día y la bolsa donde asoman las hojas de una acelga fresca de alguna señora que a las corridas, olvido sacarse el delantal. Los perros sin dueños, o los de todo el barrio que comen de casa en casa, y sus regalos que al pisarlos nos convencen que acertaremos la quiniela por la tarde; o bien los gritos que provienen de alguna casa y la doña o el don que aminoro el paso, o simplemente con disimulo paró a atarse los cordones bien atados, para poder llevar el comentario del día a la familia.
El bar, el almacén, la verdu, la carnicería, la ferretería, la forrajera o el cyber, el pet shop, el dragstore, una historia en cada comercio; el cole y las caritas de felicidad que nunca cambia con las décadas de los chicos saliendo de la escuela, el saludo a la chica que te gusta y la devolución con una mirada cómplice porque justo ese día la fue a buscar el padre. Los corazones marcados en la piel de los árboles con las iniciales que gravamos juntos antes de entrar, tampoco falta el grandote poniendo de manifiesto su tamaño y valentía con el pequeño tatú; la cola en la parada del bondi y las monedas que ruedan de vez en cuando para el escolar.
El barrio, cuantas historias en esas veredas rotas por las raíces, veredas, y las del centro comercial? Ahí estamos todos juntos, el acelerado que no llega quien sabe donde, esquivando las mesas de algún bar donde otros se toman su tiempo leyendo el diario con el americano de todas las mañanas, y el mozo/a que sale del local distraído por el sueño, pero claro, calavera no chilla.
Sorteando al encargado del edificio sin pisar ni enroscarse con la manguera viene ella hablando sola, o vaya uno a saber con quien, pero guarda!! el flaco del correo, con la bici, viene a mil!, pasaremos los dos entre el escaparate de diarios y la pared?, uno tendrá que frenar!, claro, yo, quién sino? pero no seré yo quien dé la moneda faltante para “el colectivo” al señor de traje, sí a los pibes y acompañando con la típica despeinada de mollera y el guiño de ojos mirando una vidriera de libros usados. Vidrieras, el cambio, ropas de moda y zapatos, el todo por dos que ya dejo des ser, las de artículos del hogar con esas cajas grandotas vendedoras de imágenes y las depiladotas que el alma te hacen doler; las de vestir con esos ambos por si algún casorio se complace en invitarme; y las peluquerías? sin duda las más interesantes, lo que daría uno por poder quedarse viendo para adentro unos segundos a las señoras con el gorro y tres pelos para afuera, pero no, que pensarán de nosotros si nos vieran, que ridículo aquel como mira? mejor paso de largo hasta el puesto de flores, saludo a la hermana, mi hermana no!, la monjita que pisó la vereda, al bajar de su citroën c3, pero no hablemos de autos ni de nada que se encuentre fuera de los límites del cordón; cordón, también el que cruza con los juguetes colgando absorbiendo miradas de deseo por los mas chicos, y algunos grandes también, incluyéndome, cordón el que va de poste a poste con banderas y casacas con los colores que amas y rajando una puteada para adentro a los colores del rival; rival el que camina a tu lado sin dejarte pasar y en una carrera se convierte el caminar, ya lo alcanzo ya lo voy a pasar!, y el muy turro, dobla y entra en un local.
Y los días de lluvia?, en fila bajo los toldos peleando un lugar, el señor concentrado, el apurado, los chicos del colegio, todos, convertidos en un arma letal, desde un rasguño hasta sacarte un ojo con la punta de plástico o de metal, de algún paraguas retorcido por el viento que da pena tirar; esquivando baldosas flojas y el que va al lado las pisa, y te salpica igual, y es ahí donde te acordas de la familia de la mujer que bajo del citroën c3; vas pegadito a la pared y las puertas de los comercios se abren solas invitándote a pasar, y es ahí que ves el paraguas que viste ayer, cuando había sol, a veintiocho pesos, hoy, un treinta por ciento más!
Veredas, veredas de las obras en construcción, que no sabemos por donde pasar, o tenemos que salir de este relato y pasar por la calle, pero por el medio de la calle, porque junto al cordón esta el contenedor que lleva atado en cada punta la cinta roja y blanca de peligro hasta donde termina la fachada de la obra , las bonitas y jóvenes mujeres, las no tan jóvenes y no tan bonitas y no tan mujeres, pero todas se llevan un shui shuiooo del silbido de los muchachos en la obra.
Veredas, las propias veredas en reparación que nos hacen jugar por unos metros a los equilibristas del circo, pasando por una tabla angosta y movediza, veredas, de miradas y piropos, de peleas amorosas y encuentros deseados, y también no tan deseados, hola que tal? estoy apurado!!! Veredas!
Y que decir del ángulo de la manzana, la esquina, meta de tantas carreras, lugar de encuentro de tantas parejas, lugar de sentadas, guitarreadas, llantos y carcajadas, lugar donde el abuelo nos mandaba a fijarnos si llovía cuando hacíamos alguna cagada; límite de la bicicleteada por las tardes de verano cuando éramos chicos, punto de reunión y cerveza cuando dejamos de serlo, veredas!
Veredas, mate o un vaso de vino por las tardes noches con la silla o la repocera, punto de despedidas de las visitas, charlas interminables chapando con el novio hasta que se fuera, veredas! de skaters y de piruetas, de gente paseando con ropas caras y otras de combinaciones raras, de gente que tiene solo lo puesto, de rastas, crestas, gel y de rapados, pelados, pelados que se dejan los pelos largos del costado, con cuidadoso y estudiado movimiento del peine disimulan lo real, veredas!, veredas del centro con zapatos lustrados y otros llenos de barro que nos dicen que no son de acá, son de otras veredas donde el caminar no es tan sencillo.
Veredas de mentes cargadas de pensamientos, de manos gastadas de trabajar, de libros leídos, de conocimientos escasos, de protestas y represión; veredas de diarios y cigarrillos, drogas y esqueletos vacíos.
Veredas de primavera con flores que se asoman desde las casas, de tilos y jacarandaes, veredas de otoño con hojas perdidas, con hojas secas de colores opacos, de musculosas y abrigos, de gorros tejidos, veredas de luces y oscuridad, de sombras que dan miedo cruzar, veredas!
Veredas de canillas rotas por el carnaval, de corridas con baldes por mojar; resbalones por las baldosas raras; veredas de cemento, de goma, de tierra, de tierra con hoyos abandonados por las bolitas, de tierra y cemento, de baldosas de vidrio; de basureros repletos a punto de estallar, de gatos y perros buscando que morfar, de palomas y gorriones que de vez en cuando nos dan un regalo en el hombro, de cucarachas que salen de las casas a pasear; de gatos negros y escaleras que reposan en las fachadas que no me animo a cruzar, veredas, veredas de serenatas y balcones olvidados, porque no?
Veredas con reflejos de vidrieras que nos sirven para peinar o para ver si te mira el de atrás, veredas de los buen día, hasta luego, que tal? veredas de miradas gachas, de ventanas entre abiertas para chusmear el gran espectáculo de la vereda, de la vida cotidiana, de la vida inventada, para que el que te chusmea no tenga que hablar.
Vereda que me quema la mano o la campera con la salida de alguna calefacción o bien seré bendecido por el agua de algún radiador, vereda, tendré la suerte de algún tropezón dando de geta al piso, y seguramente no falte el que reírse no quiso, ni la mano que te ayude a levantar.
Veredas, mirarlas por un segundo con las parejitas abrazadas, la señora mayor y su tutor, el recibido y el enchastre, el maletín y la mochila, el guardapolvo y el pintor, la bolsa de los mandados y el cartero mirando el numeral, la moneda tirada en el suelo que da vergüenza levantar. Veredas, toda una carreteras de idas y vueltas, de historias e historietas, de personajes y canción, de ruidos y silencios, de gritos y susurros, de barrios y ciudades, veredas!, un mundo en ellas, por caminar.


Gabriel Galan.

No hay comentarios: